No me mires por favor, no me sonrias, no te maquilles, no dejes volar tu cabello, no me hagas reír, no me abraces, no me saludes, por que me enamoras.

Con tus senos me basta para amarte como tu bebé, con tu mirada me basta para amarte como tu hijo, con tu sonrisa me basta para amarte como tu novio adolescente, con tu cuerpo me basta para amarte como amante, con tus lágrimas me basta para  amarte como tu padre, con tus berrinches me basta para amarte como tu abuelo, con tu compañía me basta para amarme a mi mismo, con tu alma me basta para amarte plenamente.

Esos labios encantan, despiertan, reavivan, endulzan, consuelan, enamoran, se vuelven tan necesarios cuando necesito sentirme vivo, perturban, seducen, conmueven, dan alas a la imaginación, invitan a la aventura, en esos labios se percibe algo tan divino que duele que sean ajenos.

Me escribe con ternura tu nombre en mi cabeza esa mirada clara mezcla de pasión y picardía, me derrite cada hilo de seda que se mese y posa suavemente por tus hombros, hilos que brotan del manantial de tu cabeza, tus labios me aletean al rededor de mi cabeza y yo solo deseo que se posen en mi boca, se antoja degustar gota a gota lo dulce de tu resina, mi piel sueña con ese momento de poder sentir lo terso de la tuya, tan blanca, tan suave, tan pura.

Latidos que acompañan.

Compartido el día en segundos se libera por suspiros los latidos por derroteros solitarios, convencidos que no habrá mejor labor que expandir su vibración por rincones oscuros, aún sin saber cómo.

Prolongaron pues sus pasos con la firme fe de saber que su vida no sería vana, por muy fugaz que ésta fuese, heredando ideas, vislumbrando auroras, despojando con tirones violentos traducidos en retazos ese oscuro manto de la noche de la resignación por la desesperanza, dejaban a su paso praderas en primavera, playas en veranos, selvas en lluvia, hojas de otoños, nevascas de inviernos.

A pesar de ser latidos de nombres olvidados, y de que hay infames manos que consolidad de nuevo los retazos apáticos, sembrando sombras en praderas ahora secas,  playas inundadas, selvas devastadas, sobre árboles sin hojas, inviernos derretidos, aun así hay latidos que se van extinguiendo, aun así descienden y acompañan. 

Deseo vestir con caricias a tu piel de ángel, necesito descubrir a mis ojos el bello lienzo de terciopelo que Dios te puso por piel, besando cada poro, aprendiéndome cada curva, cada textura, cada aroma de tu geografía celestial, caminar por tu piel de nube, tus ojos de cielo, tu cabello de seda, quiero ser el motivo que desborda el río que nace del manantial de tu sexo, quiero ser el impetuoso vendaval que te explore contra corriente, alimentarme de tu pasión, el recuerdo que te alegra y humedece, ese temblor de piel cuando escuches mi nombre, el ansia desenfrenada de tu entrepierna, el fuego que de dama te convierte en hembra.

Me camina tu mirada por el alma como escalofrío por la espalda, me escudriña y en tu sonrisa me regalas el alivio de saber que entre lo no tan bueno de mi vida algo de alegría te comparto... si supieras cuanto anhelo iluminarme con el brillo de tu pupila, algo de luz de tu congruencia le vendría bien a mi lado oscuro, pero algo si ten por seguro, el destello de tu sonrisa, aunque solo la adivine en palabras, ilumina mis días, más aún en éstos grises.

El poema de amor más bello del mundo.

Quiero escribir el poema más bello del mundo usando de pluma mis labios y mis manos; de tinta mi corazón y mi alma y que tu piel, tu corazón y tu alma sean el papel donde escribo, quiero que seas tu el más bello poema de amor del mundo.

Anhelo como promesa de Dios el momento en el que te empiece a besar desde la mirada hasta que te bese con el alma, que lo imperfecto de mi ser se queme con el fuego de tu amor y de tu pasión, que lo tierno y divino de tu piel sea mi segunda piel, que me lleve a tu lado, ayudandonos a levantarnos y a seguir hasta llegar a nuestro origen, juntos, sin más compañía que la de nuestra unión y la mano de Dios, que bajo su bendición y protección te sienta y te haga mía sabiendome tuyo, sin dejar de sentir este enamoramiento que me hace sentir tu sola presencia en mi vida, aún sin verte.