sábado, 31 de enero de 2015

Diciéndole “Te odio” con la mirada se levantó y salió de ahí erguida con paso firme, llegó a su casa y con un respiro casi tan hondo como su dolor se derrumbó; lloró al punto de deshidratar su deseo de venganza.  Un “¿por qué?” rebotaba en su cabeza hasta que la respuesta de esa pregunta ya no valía la pena.  Después lo buscó y dándole las gracias por todo, hasta por el dolor, recibió con una sonrisa ese “lo siento” y ese “te extraño” que leyó en su mirada, desde entonces se dedicó a ser feliz.

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